miércoles, 24 de septiembre de 2008

Hipertensión arterial y la dieta

Una dieta compuesta por alimentos pobres en sodio y con escasa cantidad de sal es el medio ideal para prevenir y tratar la hipertensión.

El aumento de la presión a la que circula la sangre por el interior de las arterias es una situación que, mantenida por largo tiempo, perjudica de forma notable a la salud. Además del daño provocado en los propios vasos sanguíneos (arterioesclerosis), lesiona de forma crónica el corazón, los riñones y el cerebro.

La mayoría de los casos de hipertensión arterial son de causa desconocida y se denominan hipertensión esencial, teniendo muchos de ellosía de ellos un componente familiar hereditario evidente. Además, están íntimamente relacionados con el régimen de vida, la dieta, la ingesta de sal y hasta con la personalidad. Por eso, si somos conscientes de que una determinada dieta alimenticia es el método más natural y fisiológico para controlar el problema y que ésta es de fácil realización, nos daremos cuenta de lo sencillo que puede resultar prevenir las graves complicaciones a las que nos puede llevar esta enfermedad.

No existen pruebas científicas que demuestren que el aumento de sal en la dieta o de alimentos que la contengan cause hipertensión arterial, pero sí se ha comprobado que una reducción en la ingesta de sal o de determinados alimentos consigue una disminución evidente en las cifras de la tensión. Tanto estudios estadísticos como experimentales demuestran una correlación en las personas hipertensas entre la ingesta de sal o de alimentos que la contengan y las cifras de tensión arterial.

Por todo ello, una dieta compuesta por alimentos pobres en sodio y con escasa cantidad de sal es el medio ideal, más natural más inocuo para prevenir y tratar la hipertensión. Los médicos aconsejan a las personas hipertensas dietas ricas en alimentos sin sal. Al comienzo, este tipo de productos son de difícil aceptación para el paladar, pero los pacientes tienen que aprender a aderezarlos con otros condimentos y, con el tiempo, ir modificando los gustos. De este modo, poco a poco se acostumbrará y la comida dejará de parecerle insípida o desagradable.



Productos desaconsejados:

El pan blanco corriente, la leche y sus derivados, quesos, jamón, tocino, beicon, embutidos, chacinas, pescados secos y mariscos, alimentos precocinados, carnes saladas y ahumadas, mantequilla salada y margarina, conservas en general, salsas para condimentar y alimentos congelados.

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