jueves, 7 de enero de 2010

Comer con voracidad

Gula: la voracidad que destruye
por Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
joacorocha05@yahoo.com.ar

A diferencia del resto de los pecados capitales, la gula como la lujuria, están relacionadas con conductas que implican la continuidad de la raza humana.
La alimentación y la sexualidad, a través del hambre y el deseo sexual, constituyen instintos primarios del hombre para la no extensión.

La gula, por otra parte, está ligada al placer primero que es la satisfacción del hambre a partir del nacimiento. La no satisfacción produce una sensación, en los bebés, de displacer que al recibir alimento recobra el bienestar y el equilibrio corporal calmando la angustia y la ansiedad. Esta sensación queda “grabada”, en el aparato psíquico en formación del niño, a través de la memoria emotiva y biológica. Satisfacción biológica asociada al placer que daría cuenta de una de las tantas teorías sobre la obesidad. "La comida es la aceptación de la vida, siempre que no se convierta en el deseo de matarse por el exceso”, afirma Fernando Savater.

La gula no sólo debe ser identificada como el ansia o exceso de comer sino también como deseo exagerado de consumir, poseer o dominar. Es aquí cuando las definiciones de gula y voracidad pierden sus límites y se hacen sinónimos.

Las personas voraces no sólo sienten la ansiedad por la comida, sino también de consumir con “voracidad” todo lo que se les pone por delante. Esta voracidad es, ni más ni menos, que una manifestación de ansiedades y/o angustias no resueltas. Se convierte en un esquema existencial, en una manera de pararse frente a la vida.

“Una persona voraz es aquella que no se quiere perder de nada en la vida, que se llena de proyectos y no disfruta ninguno de ellos porque aún no termina uno y ya está pensando en el que sigue, es una persona que “se quiere colgar de todas la lianas”, tiene una actitud parecida a la de los chimpancés cuando recogen plátanos, que llenan el espacio hecho por sus brazos, los plátanos se les tiran por todos lados y su única angustia es seguir recogiendo más, aunque se sigan cayendo”.

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