viernes, 12 de diciembre de 2008

Parálisis de Bell (facial)

CAUSAS DE PARÁLISIS FACIAL

Mario Rivas

En forma espontánea, una persona saludable puede notar que uno de sus ojos luce demasiado abierto, no controla su sonrisa, y en general, experimenta incapacidad parcial o total al gesticular. Este problema, llamado parálisis de Bell, puede afectar a cualquier individuo, pero llega a ser muy frecuente en ancianos. ¿Quiere saber por qué?

El rostro es importante medio que permite expresar o reafirmar emociones sin pronunciar una sola palabra, incluso contagiar la alegría de una carcajada o la emoción conmovedora del llanto. También es una de las bases más sólidas de nuestra autoimagen, ya que las facciones son tan particulares en cada individuo, que el conjunto formado por nariz, boca, ojos, frente y pómulos nos diferencia de los demás.

De ahí que no sea extraño pensar en el impacto que puede ocasionar en cualquier persona el hecho de verse al espejo con el gesto irreconocible, descompuesto, tenso y, ante todo, de no poder modificar esa expresión porque se carece de control parcial o total en la gesticulación.

Quienes han vivido esta experiencia, sea en persona o a través de algún ser querido, coinciden en señalar que las sensaciones que despierta son atemorizantes y desagradables, ya que se tiene la impresión de que "se deja de ser uno mismo" y de que el rostro se encuentra "tenso" o "torcido". Lo cierto es que esta anomalía, conocida como parálisis de Bell, es generalmente inofensiva y tiene su origen en una deficiencia del nervio facial (responsable de estimular los músculos de la cara), ocasionada por problemas de circulación de la sangre, golpes o baja de defensas que permiten la reactivación de virus que permanecen ocultos en el organismo, como los del herpes y varicela.

La incidencia aproximada de este padecimiento es de 23 casos por cada 100 mil en un año, lo que significa que 1 de cada 60 o 70 personas la llega a padecer en algún momento de su vida. Mujeres y hombres de todas las edades se ven afectados en igual medida, aunque se ha observado que afecta principalmente a personas jóvenes sometidas a mucho estrés y adultos mayores, sobre todo cuando padecen enfermedades que alteran al sistema nervioso o a la red de distribución sanguínea, como diabetes, aterosclerosis e hipertensión arterial.

Síntomas
La parálisis de Bell suele aparecer en forma repentina, incluso en personas que no han manifestado previamente molestia alguna, aunque en la mayoría de las ocasiones se experimenta, días u horas antes, dolor detrás de alguna de las dos orejas. Asimismo, el grado de debilidad o falta de control en los músculos faciales puede variar de leve a completa, pero siempre afecta a un solo lado de la cara.

En términos generales, las manifestaciones de este padecimiento consisten en:

* Problemas para cerrar un ojo y mueca rara en la boca. Esto es notado casi siempre por otras personas antes que por el mismo afectado.
* Se llega a presentar lagrimeo anormal, debido a la falta de parpadeo.
* La expresión facial cambia y puede lucir incluso sombría, teniendo la sensación de hormigueo, pesadez o de que la cara se jala hacia un lado.
* En ocasiones los sonidos se perciben más fuertes del lado afectado.
* Puede haber disminución en la capacidad de captar sabores.
* Al cerrar los dientes con fuerza, una comisura de la boca se contrae y la otra no.

Ante la aparición de estos síntomas, el paciente debe dirigirse al médico internista o neurólogo (especializado en problemas del sistema nervioso) para confirmar el diagnóstico, pues aunque es poco probable, la parálisis facial puede deberse a otras causas. Una de ellas es el accidente cerebrovascular, también conocido como trombosis, embolia o ictus, el cual se debe a la interrupción del flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro, lo que da lugar a la pérdida o deterioro de funciones. Esta enfermedad llega a producir debilidad súbita del rostro, pero sólo afecta a la parte inferior y se acompaña de debilidad en el brazo y en la pierna.

Hay otras causas de parálisis facial que son menos frecuentes y suelen ser de aparición lenta, como: tumores cerebrales que comprimen al nervio facial, infecciones en el oído medio o en las vías respiratorias que se han extendido, fracturas en el hueso de la base del cráneo o picaduras de garrapata que transmiten enfermedades bacterianas.

Habitualmente, el médico puede descartar estos trastornos basándose en la historia clínica de la persona y en los resultados de pruebas como tomografía (sistema que registra rayos X y los envía a una computadora para crear imágenes del interior del organismo) o resonancia magnética (imágenes tridimensionales de las estructuras internas del cuerpo humano mediante el uso de campos magnéticos).

Como llega, se va
No existe tratamiento específico para la parálisis de Bell, pues aunque algunos médicos consideran que deben administrarse fármacos antiinflamatorios de estructura química similar a hormonas (corticosteroides), no se ha demostrado que estas medidas sea eficaces en el control del dolor o que mejoren las posibilidades de recuperación.

Cuando la parálisis de los músculos faciales impide que el ojo cierre completamente, debe evitarse que éste se seque; para ello se recomienda utilizar lágrimas artificiales a intervalos de 1 a 2 horas, aunque también es posible que se requiera un parche ocular. Asimismo, se ha observado mejoría muscular mediante la aplicación de masaje en las regiones afectadas, por lo que debe considerarse esta técnica como auxiliar en la recuperación.

Se sabe que la gran mayoría de personas con parálisis de Bell (71%) tienen una recuperación completa, y que la mejoría clínica de este grupo se consigue en 85% de los casos en las primeras tres semanas. El 15% restante mejora entre 3 y 6 meses más tarde, una vez que se recupera la red nerviosa.

Si la parálisis dura entre 6 y 12 meses o más, y el estudio a través de impulsos eléctricos ratifica la existencia de daño severo, el médico puede considerar la posibilidad de intervenir quirúrgicamente (reinervación o reanimación) para restablecer la expresión del rostro al conectar un nervio sano, habitualmente tomado de la lengua, con el músculo facial paralizado


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